Buen punto para iniciar su recorrido es un muy cómodo centro de acogida, con escaleras mecánicas que facilitan el ascenso a la parte alta e histórica de la ciudad, en la que muchas empresas hoteleras han venido adquiriendo edificaciones históricas, para albergar el creciente turismo de casi un millón anual de visitantes que bendice a la ciudad. Al igual que otras ciudades monumentales, como Salamanca o Santiago de Compostela, Ávila cuenta con un tren turístico que permite recorrerla cómodamente.
Ávila se amuralló en el siglo XII con el objetivo de hacer frente al avance musulmán desde el sur hacia el norte de la península. En la Edad Media, las murallas eran un símbolo de la categoría de ciudad. La abulense, construida principalmente en granito, es el mejor ejemplo de arquitectura militar del románico español, y tiene nueve torres y 88 puertas a lo largo de su perímetro de unos 2.5 kilómetros de extensión. Frente a cada puerta hay una iglesia, y detrás un palacio. El grosor de la muralla fluctúa entre los tres y seis metros, aunque en las puertas militares alcanza unos nueve. La calle de San Segundo une las zonas norte y sur de la ciudad, y es el único punto en la muralla donde se conservan dos casas de adheridas, de principios del siglo XVI.
El Palacio Episcopal interrumpe la continuidad de muralla e impide que el recorrido a pie de su perímetro por su tope pueda realizarse en su totalidad.
A los pies de la muralla se ubica la Plaza de Santa Teresa, donde hay una imagen de la religiosa y se celebraba el mercado grande de la ciudad. Coincidiendo con el Cuarto Centenario de Santa Teresa y la visita del Papa Juan Pablo II a Ávila en 1982, se reformó parte de la muralla, quedando una de sus torres de forma diversa al resto.
Asolada por la peste en el siglo XV e impactada adversamente por el traslado a Madrid de la corte que ubicaba en Valladolid, Avila se sumió en una crisis de la que únicamente salió en el siglo XIX, al establecerse una red ferroviaria que la conectaba con la capital del reino. Esta crisis, irónicamente, aportó a la preservación de la muralla, ya que debido a la misma Avila careció de dinero para promover su desarrollo industrial, que en otras ciudades, como Valencia o Barcelona, tuvo como símbolo el derrumbamiento de sus antiguas murallas.
Paralelo a la muralla transcurre el Paseo del Rastro, construido en el siglo XIX, y que lleva hasta el interior de la muralla, ubicando al visitante en la Plaza del Rastro y el inicio del barrio donde se crió Santa Teresa y residió su familia, los Cepeda.
Teresa de Jesús nació en Madrigal de Santas Torres y murió en 1582 Alba de Tormes en Salamanca, cuando tenía 67 años. Fundadora de la orden Carmelita, fue una mujer de carácter y avanzada en su época, y una mística que ejerció profunda influencia en las reformas eclesiásticas y dejó un extenso legado literario. En las reformas del Carmelo colaboró estrechamente con San Juan de la Cruz, otro santo abulense un poco más joven que ella. En 1915, el Rey Alfonso XIII la designa patrona del cuerpo militar y tropas de intendencia del ejército español.
Rodeando la Plaza de la Santa se encuentra una estructura donde se exhiben reliquias de la santa, como uno de sus dedos, ya que desmembrar y conservar reliquias era una tradición de los nobles al declarar santo a alguna figura. Esto generaba peregrinaciones, y con ellas, ingresos.
Pero el lugar destacado es el convento barroco, con una capilla de recargado estilo churrigueresco, e imágenes del escultor gallego Gregorio Fernández. Bajo la iglesia, hay una de las exiguas criptas mudéjares que se conservan en España.
El centro administrativo de la ciudad se halla en un edificio del siglo XIX ubicado en la Plaza del Mercado chico, un recinto circundado por columnas de arcos, y que cada viernes en la mañana desde hace siglos, se convierte en punto de reunión de la ciudad.
Desde allí y por calles de piedra con un comercio vivo, se llega a otros puntos de interés del interior de la muralla, como la Catedral del Salvador, catedral militar y fortaleza, la más antigua de España, junto con la de Sigüenza.
El primer nombre de Ávila fue Obila, cambiando a Abela en la época romana. En el siglo XVIII se transformó en Abula, de donde procede el gentilicio abulense. Fue a fines de esa centuria que Avila adquirió el nombre con que la conocemos hoy.
El mudéjar de Cuéllar y el Ducado de Alburquerque
Cuéllar, declarado en 1931 monumento artístico nacional español, es, junto con Arévalo y Sahagún, uno de los tres principales enclaves de arte mudéjar medieval en Castilla, uno de los principales de España, y un magnífico ejemplo de la tolerancia y posibilidad de convivencia entre tres culturas y tres religiones.
Pequeño pueblo al norte de la provincia de Segovia, en la época de la ocupación árabe, la Extremadura (extremo Duero) castellana fue un territorio de extremos y Cuéllar era uno de aquéllos tramos fronterizos donde se temía pudieran estallar disputas entre moros y cristianos. Esto lo hacía un lugar con pocos alicientes para ser habitado, por lo que para estimular su población se entregaron privilegios a quienes tuvieran el valor de arriesgarse a ubicarse en él. Así, en los siglos XI y XII se repobló la Extremadura castellana, atrayendo a población tanto del norte como del sur de España que convirtieron a Cuéllar en un lugar de convivencia, entendimiento y vida en comunidad de judíos, árabes y cristianos, reflejados en la rica herencia artística que se halla en el Ayuntamiento.
Uno de los mejores ejemplos de este saber vivir todos juntos, es su iglesia de San Martín, que actualmente alberga un Centro de Interpretación de Arte Mudéjar, en el que sonido, imágenes e iluminación, buscan transmitir esa sensación de paz y quietud al visitante, haciéndolo transitar un recorrido que le conduce por algunos puntos importantes de esa historia en común, en la que árabes, judíos y cristianos construyeron un mundo con arcilla, madera, cal y ganas de vivir.
El Centro busca que el visitante se sienta integrado al proceso de construcción, utilizando todos sus sentidos, viviendo ruidos, ritmos, espacios. Allí el visitante descubre palabras de origen árabe, como alarife (arquitecto o maestro de obras), albañil, alcoler, alfarería, alcaze (cimientos), alizar (friso de azulejos en la parte inferior de las paredes de aposentos), alicate, alguaza (bisagra o goznes) o azulejo, así como el deseo de paz universal que promueve la tolerancia religiosa y que se simboliza en el Centro a través de un encendido de velas que difumina las diferencias entre la Biblia, el Talmud y el Corán, y celebra la Navidad, el Ramadán y el Bar Mitzvah.
Pero además de este Centro y otras iglesias mudéjares medievales, otro destino importantísimo de Cuéllar es el Castillo de los Duques de Alburquerque, un monumento que data de los siglos XV y XVI y que hoy alberga parcialmente un instituto académico, gracias a un acuerdo entre el Ministerio de Educación y los actuales Duques, Juan Osorio y Blanca Suelves, 19nos. Duques de Alburquerque.
La fortaleza originalmente perteneció al Rey Enrique IV de Castilla, y tenía por destino convertirse en un castillo palacio. A través de su historia, el castillo fue refugio de Napoleón, durante la época de invasión a España, pero también una cárcel durante la Guerra Civil, como lo recrea un vídeo que busca llamar la atención sobre las condiciones de opresión en que muchos viven hoy día en diversas partes del mundo.
Un atractivo interesante de la visita al castillo, también con señas de esgrafiados mudéjares, son sus visitas teatralizadas que recrean estampas de la vida del castillo y sumergen al visitante en momentos históricos, haciéndolos confidentes de la vida de los personajes palaciegos que los protagonizaron. Las visitas son interactivas, e involucran a visitantes como personajes de la historia.
Uno de éstos fue don Beltrán de la Cueva, quien supo aprovechar las concesiones que en agradecimiento hiciera Enrique IV a su padre, Diego Fernández de la Cueva, y pronto comenzó a escalar posiciones en su corte, así como a adquirir títulos nobiliarios. Tan bien supo moverse en palacio que comenzó a rumorarse que mantenía amores clandestinos con la Reina, y que era el verdadero padre de una de sus hijas, Juana, conocida despectivamente como la Beltraneja. Cuando los rumores sobre la paternidad se acrecentaron, tornándose un asunto de importancia a la hora de determinar si Juana sería legítima heredera al trono o lo era Isabel de Castilla, el rey despojó a Beltrán de su poder en la corte y lo recompensó otorgándole el título de Duque de Alburquerque, un castillo y el gobierno de varias poblaciones castellanas, incluida Cuéllar.
Pero además del de Cuéllar otro destino de castillos es Montealegre de Campos, un pueblo medieval donde también dejaron nido los Alburquerque con otra fortaleza, la de Montealegre.
Las murallas del Castillo encierran un interior desierto y hueco, que reproduce como eco la quietud del pueblo de pequeñas dimensiones que se recoge junto a sus piedras, con calles que corta un aire con aromas a cuero y animal, imponiendo el estruendo silencioso que surge de la inmensidad de la planicie que le rodea.
Más castillos y palacios en Castilla
La Granja
A 11 kilómetros del centro de Segovia y a 1,200 metros de altitud, el poblado de San Ildefonso-La Granja ha estado vinculado a los reyes de España desde el siglo XV, cuando acostumbraban a venir a la zona del valle del río Eresma, o Valsaín, para cazar, ya que la exuberancia de sus bosques y montes lo hacían un paraje idóneo para cacerías. Así comenzaron a construirse pequeños pabellones de caza.
En una de estas cacerías el rey Enrique IV sobrevivió un encuentro con una fiera, en agradecimiento de lo cual hizo construir una pequeña capilla a San Ildefonso, que luego se entregó a los frailes, quienes construyeron un granja de descanso.
A principios del siglo XVIII, Felipe V, primer rey Borbón, decidió adquirir la residencia de los frailes para utilizarla en su retiro, y así empieza a crearse lo que sería el Palacio de La Granja. El rey abdica en su hijo, Luis I, pero éste muere, lo que obliga a Felipe V a reasumir el trono. Es en este tiempo que el palacio se transforma en la joya arquitectónica que se disfruta hoy, un palacio formal para recibir a la corte y desde donde ejecutar todas las tareas del Estado. Así el palacio se convirtió en el centro de la actividad del pueblo y de la corte.
La Granja fue uno de los palacios por los que la familia real española transitaba conforme discurrían las estaciones del año. El otoño se pasaba en El Escorial, el invierno se recibía en el de Oriente en Madrid, a la primavera se le daba la bienvenida en el de Aranjuez, y el buen tiempo de verano se disfrutaba en La Granja. Fue en este último donde Don Juan de Borbón, Conde de Barcelona y padre del Rey Juan Carlos I, nació.
La Granja alberga además una importante colección de tapices, reflejo de la vinculación política de los reyes españoles con otros países europeos en los primeros años del palacio. Durante los reinados de Felipe V y Carlos II, muchos de éstos se trajeros desde Viena, lugar donde se hallaban las mejores colecciones de tapices flamencos, pero al morir este último se suspenden las importaciones, creándose posteriormente en Madrid la Fábrica de Tapices de Santa Bábara, fundada por Carlos V.
La entrada al palacio destaca una colegiata con capilla, donde están enterrados los reyes fundadores, Carlos II y Felipe V, y un relajante jardín casi boscoso, con cedros del Líbano o sequoyas californianas. Esto es un preludio a los maravillosos jardines que rodean a La Granja, y que constituyen uno de los atractivos más importantes del palacio. Una hermosa alfombra de hojas cobrizas regalo del otoño castellano circundaba a dos fuentes destacadas, una que evoca las carreras de caballos, y otra impresionante fuente cascada que coincide simétricamente con la fachada principal de palacio.
Con su riqueza histórica, su fácil acceso y su entorno tranquilo, hoy el pueblo de La Granja se ha vuelto un destino importante para reuniones de empresa y congresos. Para ello las áreas donde ubicaba el servicio de palacio se han transformado en una hospedería de más de 100 habitaciones, el Parador de La Granja.
Alcázar de Segovia
Alcázar viene del árabe y significa castillo, fortaleza, palacio. En contraste con La Granja, en las afueras, el centro de Segovia es sede de un alcázar tan famoso que fue uno de los dos castillos europeos en los que Walt Disney se inspiró para hacer el de Cenicienta.
Junto con los de Sevilla y Toledo, el de Segovia forma la trilogía de alcázares españoles. El segoviano, asentado en una roca labrada sobre los ríos Eresma y Clamores, data de fines del siglo XI y el reinado de Alfonso VI, que deseaba tener un castillo-residencia. Su construcción tardará cinco siglos en completarse, en el siglo XVI, cuando Felipe II realizó importante obras, como el patio herreriano, o la cobertura de los techos con pizarra, al más puro estilo gótico de los países centroeuropeos. Con estos conviven en las paredes, esgrafiados mudéjares.
En la Edad Media, el Alcázar se volvió una de las residencias preferidas de los reyes castellanos, por su magnífica vista, su seguridad militar y la proximidad a los cotos de cata de la zona que tanto atraían a reyes y nobles. En el siglo XIV, Segovia fue testigo de combates entre bandos de nobles, lo que obligó a reforzar las murallas y ampliar el sistema defensivo del Alcázar, fortaleza clave para el dominio de Castilla, cuya reina Isabel La Católica, salió de él para proclamarse majestad en la Plaza Mayor.
En el siglo XX sufrió un incendio, que obligó a la remodelación de los techos.
El Alcázar ha sido utilizado como prisión de estado y colegio de artillería, además de como cuartel donde muchos jóvenes hicieron su servicio militar. Hoy día se destaca un Museo, que se puede visitar.
Museo del Vino
En lo alto de la ciudad de Peñafiel sobresale un cerro coronado por una fortaleza en forma de navío desde la que se divisa gran parte de la Ribera del Duero. La fortaleza es el Castillo de Peñafiel, cuyo origen se remonta en el siglo X, se reconstruye en el XIV y en el XV se edifica como fortaleza actual de la mano del Marqués de Girón. Este castillo medieval siempre tuvo un uso prioritario de defensa.
El más moderno data del 1999 cuando se convierte en fortaleza defensiva de los vinos que se elaboran en la zona de Valladolid, congregados en el Museo Provincial del Vino que alberga el castillo.
El Museo dispone de diversas áreas que recorren la provincia y sus vinos, con temáticas como las rutas por tipo de vino y zona, los estilos de vino y su entorno. También hay explicaciones sobre los tipos de suelo de la denominación, las plagas y enfermedades del vino y la vid, el proceso de recolección, los aperos, envases, aromas, la historia, y la gente que hace al vino.
Gastronomía de contrastes:
del fuego al nitrógeno
El patrimonio gastronómico es una de las grandes riquezas castellanas, reflejo de la gran despensa de productos de alta calidad disponibles en la Comunidad, pero también de su evolución histórica y humana, con lo que la oferta de restauración pasa, siempre en excelencia, de lo más tradicional, a la alta cocina de vanguardia. Es precisamente esa oferta rica y diversa la que permite saborear todo el esplendor de Castilla-León, con variados niveles de sabor en los que todo tipo de paladar local o visitante halla un buen espacio de acogida.
Es por ello que la gastronomía se alza como uno de los principales pilares turísticos que promociona Castilla-León, como una manera de ampliar la rica oferta cultural que ofrece a quienes recibe. Sea en las grandes ciudades o escondidos en entornos rurales que apuestan por el buen yantar como un motor para su dinamización, los sabores castellanos se sirven en un plato pletórico de inventiva, placer e intriga por profundizar en la tierra y las gentes de diversas generaciones que les dan vida.
Desde los más tradicionales cochinillos o lechazos elaborados al más puro estilo centenario, al tradicional tapeo, a las propuestas que expresan a Castilla y sus ingredientes de acuerdo a las tendencias culinarias en boga, a la cocina más atrevida y ayudada por alta tecnología, la oferta gastronómica es hoy una reforzada fortaleza de Castilla.
A los pies del acueducto segoviano se halla el Mesón de Cándido, un establecimiento fundado en 1786 y que hoy día regenta su cuarta generación que da fe de su conversión de simple taberna en sus inicios, a uno de los principales tesoros turísticos de Castilla. Esto, gracias a la visión del patriarca Cándido, castellano de raza, Mesonero Mayor de Castilla y ya a mediados del siglo pasado una de las primeras figuras mediáticas de la gastronomía española, que hizo de su Mesón segoviano parada obligada de personalidades, visitantes y celebridades de todo el mundo, que venían a buscar en esta casa ---el único mesón remanente de la época cuando se estrenara el trayecto ferroviario Madrid-Segovia--- al cochinillo más internacional, emblema una ciudad célebre desde tiempos del Imperio Romano.
Tan tradicional como cochinillo, el lechazo, típico de la zona de Valladolid, y que encuentra en la Ribera del Duero y sus vinos, el mejor escenario y compañía para disfrutarlos chupándose literalmente los dedos. A los pies del Castillo de Peñafiel, ubica el Lagar de San Vicente, un lugar cuyo calado subterráneo, hoy convertido en restaurante, tiene todas las reminiscencias de épocas pasadas en las que entre esos muros de piedra se elaboraba y criaba el vino en enormes barricas que son testigos de la tradición que acompaña suculentos corderos lechales típicos de la Ribera.
Otra tradición española cada día más arraigada a nivel nacional e internacional es el tapeo, y nada mejor que una ciudad con marcha y muchos lugares para practicar este arte como la universal Salamanca, vibrante con su Plaza Mayor y muchos bares y restaurantes en su casco histórico donde se dan cita legiones de soldados enogastronómicos apasionados por vinos, vermuts, cervezas y pinchos de todo tipo. Uno de los lugares emblemáticos y tradicionales de la ciudad es Casa Paca, que en los fines de semana se ve atiborrada de visitantes deseosos de disfrutar tapas de tortilla, tostas de morcilla o jamón, o abundantes raciones de papas revolconas.
A mitad de camino entre tradición y modernidad tres expresiones diversas.
Una de las propuestas castellanas más interesantes y extraordinarias se halla en la calle principal del poblado de Montealegre, donde la cocinera Fátima Pérez Andrés ha establecido el penúltimo de sus refugios culinarios, Restaurante Fátima, que es el centro de actividad y gran protagonista de una casa solariega del siglo XVIII recientemente reformada con todas las comodidades y el extraordinario sabor de esta cocinera para disfrutarlas. El restaurante es íntimo e iluminado por la claridad que traspasa los muros de un jardín, donde también a veces se pone la mesa.
La carta de Fátima, que acaba de abrir otro concepto gastronómico en Madrid, Diablo Mundo, ofrece en Montealegre, tierra de donde era su madre, platos y menús muy de su cocina de autor, muchos conforme a los productos de temporada, como las setas, a precios muy razonables para una calidad y creatividad extraordinarias.
El menú de Pérez Andrés recoge la despensa castellana con sus quesos, setas o carnes, impartiéndoles toques de nuevas texturas y algunas técnicas muy modernas. Una de sus marcas de fábrica como cocinera es su incorporación de la hoja de tabaco a la culinaria con un fin de aromatizar y aportar sabores, como con un papillote de setas en hoja de tabaco con emulsión de patata. Otros platos memorables incluyeron una espuma aireada de queso zamorano con caramelo de pimentón, unas angulas de monte con gambas y Xantana de vino blanco, y un costillar de cordero deshuesado. Pero el plato estrella de la casa es el postre, una visión particular de Castilla desde el aire, en línea con los paisajes comestibles, que reproduce la silueta de los castillos, pero también de los palomares, cereales, ovejas y vides, con elementos como un bizcocho de cereales, galletas, helado de queso, pipas de calabaza y crujiente de azúcar.
El comedor está perfectamente atendido por el esposo de Fátima, quien en tándem con ella, complementa su hacer en la cocina con un servicio de vinos muy profesional y una bien surtida bodega donde se destacaron propuestas como Condado de Fermosel, de la nueva denominación de origen castellana Arribes, un vino elaborado de dos uvas emblemáticas de la denominación, la Juan García y la Bruñal, que a pesar de sus 27 meses en barrica se siente un vino joven y con mucho por recorrer.
Al extremo de la modernidad Ramiro’s, que en el tope del Museo de la Ciencia de Valladolid, expresa la cocina castellana con una visión de vanguardia, a cargo de Jesús Ramiro Flores y Jesús Ramiro Pastor, dos generaciones de Ramiro’s andando la misma ruta de excelencia que recientemente les ha valido su primera estrella Michelin en apenas un año de apertura.
Desde la inauguración por Jesús Ramiro padre en 1985 del restaurante del Palacio de Castilla y León, la de Ramiro’s siempre se ha lacrado con el sello de cocina de avanzada. Ramiro’s Valladolid lleva a nuevos niveles los sabores de Castilla y León, con propuestas como sus aceites-sabores de Castilla, que combina aceites de oliva vallisoletanos con productos como los alubiones de La Granja, el boletus de Soria o el lechazo palenciano expresados en nuevas texturas; ravioli de pichón de Tierra de Campos, o un pre-postre de paleta mousse de café y chocolate cocinado con nitrógeno liquido.
Además de la variada y completa oferta gastronómica de sus establecimientos de restauración, Castilla es una despensa de productos de calidad, muchos con denominación de origen que son célebres en el mundo. En la alacena castellano leonesa, se hallan quesos, como el zamorano y los de Valdeón, del Duero y de Arribes; las mantecadas de Astorga; la mantequilla de Soria; granos, como la lenteja de la Armuña, las judías y judiones del Barco de Avila, los garbanzos, o la alubia de la Bañeza – León; el pan de Valladolid o el hornazo salmantino; verduras y hortalizas como las alcachofas de Tudela, los pimientos de la Sierra de Gredos, o el pimiento asado del Bierzo; setas; la harina de Zamora; las yemas de Santa Teresa; el chocolate de Ávila; frutas como manzanas o peras; productos ecológicos y productos cárnicos como el lechazo de Castilla-León, la carne morucha de Salamanca, la cecina de León, la de chivo, el botillo del Bierzo, el cochinillo segoviano, chorizos, ternera, las carnes del Valle de Esla o de Avila, y una amplia producción de jamones, como el de Guijuelo, con denominación de origen, gracias a la abundancia de dehesas en zonas, como la de Salamanca.
Uno de ellos es la Posada Real Fátima, una casa solariega en el corazón de Montealegre, que dispone de siete cómodas habitaciones, que pronto se convertirán en una docena. Cabe destacar que algunas habitaciones están especialmente habilitadas para personas impedidas, algo infrecuente en España, con puertas más anchas, y baños con barandas de seguridad. Algunas habitaciones tienen vista al acogedor jardín donde cuando el tiempo lo favorece, a veces también se sirven comidas.
Fundación Cándido
Además de con su famoso cochinillo, el Mesón de Cándido tiene un sólido compromiso con los minusválidos, para lo cual, a través de su Fundación, ha desarrollado, en conjunto con la Consejería de Cultura y Turismo de la Junta de Castilla y León y APADEFIM (Asociación Segoviana de Padres Discapacitados), un programa pionero e innovador en la industria hotelera española, que se dedica a la formación como ayudantes de cocina y sala de ocho discapacitados, que en los fines de semana asumen el protagonismo de uno de los comedores del restaurante, que funciona como restaurante-escuela. El programa se creó con el fin de mantener vivo el espiritu creador e innovador del gran mesonero castellano, aprovechando el legado de valores que éste le impartió. El programa busca la incorporacion de los discapacitados en el mundo laboral.
Enoturismo en Castilla-León
Castilla León es una de las regiones españolas que primero prestó atención al turismo del vino, con un empuje desde su sector bodegas que ha ido expandiéndose y dinamizándose a lo largo del último lustro, con una oferta a la que se han ido adhiriendo actividades y servicios complementarios como golf, paseos en globo, eventos en bodega, vinoterapia y nuevos alojamientos, hasta convertir a la comunidad en uno de los principales destinos enoturísticos de España.
Desde inicios de 2004 Viajes & Vinos en conjunto con Rutas de Vino-Vintage Spain ha venido promoviendo servicios del turismo del vino como rutas grupales, rutas autoguiadas, citas en bodega, catas comentadas, rutas de vendimia, rutas de tapas, rutas diseñadas a la medida, rutas de un día y actividades gastronómicas en el marco histórico-cultural de la peninsula ibérica, siendo Castilla-León y su Ribera del Duero la zona enoturística con mayor demanda.
Para el calendario actualizado de actividades y eventos en Puerto Rico, República Dominicana y otros destinos internacionales visite regularmente el Calendario del Vino en www.viajesyvinos.com
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Las fotos de portada: El Castillo de Peñafiel y los viñedos de Legaris, vistos desde la bodega.
Alojamientos
Castilla-León dispone de una vastísima red de albergues que pasan por los más pequeños recintos con encanto, los establecimientos señoriales que son muchos paradores, antiguas residencias o palacios restaurados, hasta los hoteles de más lujo de las más importantes cadenas hoteleras.
El turismo rural es una de las tendencias que se ha ido consolidando en los últimos años, con pequeñas casas históricas en el medio del campo, a hoteles en bodega, a otros recintos con encanto en lugares alejados de las ciudades.
La despensa castellana
El recinto gastronómico es un espacio de diseño moderno y acogedor en el que todos los elementos reflejan bien el estilo de cocina de Ramiro hijo, de sólida base tradicional a la que se aplican pinceladas de las últimas técnicas y tecnología. Una carta de vinos con las mejores referencias del mundo y una exquisita atención en sala complementan los sabores de Ramiro’s.
La primera, Divino, un acogedor restaurante que da cita en el casco histórico de Segovia al buen hacer de una joven generación de cocineros que interpreta sus raíces castellanas con modernidad. El chef David Martínez elabora un menú innovador y refrescante estrenado con aperitivos como gazpacho de melocotón y minicanelón de morcilla, y seguido de platos como sopa de fideos de sepia, pechuga de pato con chutney de frutas y una ligerísima espuma de queso Idiazábal sobre confitura de tomate como grande finale en frontera de dulce y sal.
A su buen hacer lo armoniza el grato servicio en el acogedor salón que, incorpora modernidad de diseño en una estructura de históricos ladrillos y piedra, la Antigua Casa del Regidor del Gobernador. El servicio de vinos es todo un arte en las manos del propietario de Divino, Lucío del Campo, sumiller profesional y ganador del prestigioso certamen Nariz de Oro en 2002.
En Avila, otro restaurante en la línea de reinterpretación culinaria, aunque no exclusivamente con ingredientes castellanos, es Barbacana, con platos como gazpacho de remolacha con espuma de queso de cabra, revuelto de molleja de ternera con jamon de Avila o cerdo ibérico con queso y pimientos.
Desde entonces hasta ahora, su disfrute se ha convertido en toda una celebración ceremoniosa, oficiada primero por Cándido y luego por sus descendientes, que recrea una tradición que se remonta a Enrique IV, en la que se precisaba poseer aval real para disponer del manjar porcino. Hoy los huéspedes de la casa de comidas cuentan con el permiso que les han delegado los herederos de Cándido para su disfrute, simbolizado en la lectura de una proclama, y el corte de cerdo lechal con un plato que evidencia la blandura de su carne.
Además de cochinillo, en Cándido hay otros manjares como los chorizos, las judías, las ensaladas, verduras, pescados y productos de caza, para satisfacer las preferencias de grupos de visitantes o aventureros en solitario.
Mucho del rico patrimonio artístico de La Granja se adeuda a Isabel de Farnesio, segunda esposa de Felipe V, reina astuta, y gran coleccionista de arte y porcelanas orientales, abundantes en el palacio.
Con 60 mil habitantes y una historia unida con tinta indeleble a Santa Teresa de Jesús, la ciudad amurallada de Ávila es una de las más pequeñas de Castilla-León, pero también la capital provincial más alta de España, ubicada a 1,130 metros de altitud.
Declarada en 1985 Ciudad Patrimonio de la Humanidad, el conjunto monumental que encierra tras las murallas alberga una historia que se traslada a los celtas, pero pasa también por el esplendor del Imperio Español, de su Siglo de Oro hasta la modernidad de nuestros días.
Avila, más allá de Santa Teresa
Al centro, esgrafiados, diseños tallados en los muros. A la derecha, una de las calles en la judería segoviana.
Villas históricas en Castilla
Castilla-León cuenta entre sus fronteras con algunas de las ciudades con mayor importancia histórica de España, y muchas paradas obligadas en el circuito turístico y del vino. El recorrido por las vides, vinos y castillos de Castilla recaló detenidamente en cinco de ellas, ciudades, que más que castellanas, hoy son universales: Segovia, Peñafiel, Avila, Salamanca y Cuéllar.
Segovia
Aproximadamente a una hora de distancia al noroeste de Madrid, Segovia, una de las ciudades ícono de Castilla, tiene un símbolo por excelencia, su acueducto romano. Pero además de la de los romanos, en Segovia converge ese mestizaje de tradiciones cristiana, judía y musulmana, que se refleja de manera prominente en la arquitectura de su casco histórico.
El Acueducto, uno de los monumentos más significativos y mejor conservados que dejaron los romanos en España, es el más largo de su tipo en el mundo, 728 metros, pero su entramado corre a través de 17 kilómetros de canalización que llevaban agua desde la sierra hasta la parte más alta de la ciudad. El Acueducto operó hasta la década del 1950, y aunque hoy a Segovia llega el agua por otras vías, como obra de ingeniería fue tan bien realizada que no sólo se mantiene estructuralmente casi intacta, sino que también está en capacidad de todavía poder funcionar.
La parte más emblemática del Acueducto se alza sobre la Plaza del Azoguejo (zoco pequeño), donde antes se hacían mercadillos. En uno de sus arcos, se halla una imagen de la Virgen de Fuencisla, patrona de Segovia.
En la provincia de Zamora está la denominación de origen Toro, una zona donde tradicionalmente se elaboraron vinos ---no en balde algunas de las primeras cepas llevadas a América provinieron de allí--- pero que en los últimos quince años ha despegado mostrando un gran potencial, sin la rusticidad que antaño les caracterizaba. Sus tintos se destacan por el conjunto de su fuerza, buena fruta, frescura, acidez e intenso color.
La denominación se extiende a través de unas seis mil hectáreas de viñedo. El terreno de Toro es arenoso con piedra, lo que imparte una personalidad diversa a sus vinos.
Angel Domínguez, Jefe de Viña en Liberalia, conduce la visita y cata comentada en las viñas al atardecer.
Liberalia, que toma su nombre del dios Líber, se fundó en el 2000 como un homenaje de su propietario, Juan Antonio Fernández, a la tierra de sus ancestros maternos. Tiene viñas conducidas en espaldera, y gran parte en vaso, entre las que hay algunas centenarias.
La bodega posee 30 héctareas de viñedo que surten el 50% de la vid usada para los vinos. La restante mitad se compra a viticultores asesorados por la bodega. Hay plantadas Tinta de Toro (Tempranillo) y Navarro (Garnacha) en tintas, y en blancas Verdejo, Malvasía, Albillo, Moscatel. Uno de los vinos singulares de la bodega es precisamente UNO, un dulce a partir de moscatel y albillo, sin ser cosecha tardía.
Junto con el Servicio de Investigación Agraria de la Junta de Castilla y León, Liberalia estudia el comportamiento de las cepas conforme a la distancia en que están plantadas, y cómo esto influye a través de su ciclo vegetativo en aspectos como la densidad de hojas, rendimiento, maduración, parámetros de calidad y peso.
La cosecha 2007 en Toro sufrió las inclemencias climatológicas, con lo que muchas vides desarrollaron oídio, botritis o mildiu, debido al exceso de agua. Se estima que debido a ello, y a la insuficiente mano de obra, 18 millones de kilos de uva se perdieron en la denominación este año.
Como algunos perfumes franceses, Liberalia designa a sus vinos por número, Liberalia 0, un joven fermentado en barrica nueva americana que sale al mercado cada diciembre; Liberalia 1; Liberalia 4, un crianza de intenso color violáceo, lleno de fruta, notas especiadas a nuez moscada, con evidente presencia de barrica, y que cobró mejor forma a medida que sus sabores se fueron amalgamando con el atardecer de Toro que comenzaba a arropar el paisaje de las viñas donde se efectuó su cata.
Liberalia 5 es el reserva de la casa, seguido del Liberalia Gran Reserva, a partir de cepas de más de 50 años, y el Liberalia Cabeza de Cuba, un vino fermentado en roble francés, y del que sólo se embotella la mitad superior del tanque (cuba) donde se guarda. La bodega elabora también Ariane, un espumoso de verdejo y moscatel de grano menudo.
Una curiosidad de la bodega es la afición musical de su propietario, por lo que cree férreamente en la influencia de la música en el desempeño de viñas y el proceso de crianza. La bodega tiene planes de hacer un museo etnográfico, como parte de un proyecto de enoturismo.
Además de Ribera del Duero, Cigales o Toro, otras denominaciones más conocidas son el Bierzo, al norte, más próximo a León y Galicia, y Rueda, en la Castilla más central, y reconocida internacionalmente por sus vinos blancos, primordialmente a base de sus uvas Verdejo.
De acuerdo a los datos para la campaña 2006/07 del Fondo Español de Garantía Agraria del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, Castilla-León es la sexta comunidad autónoma con mayor producción de vino en España (4.8% del total nacional), la cuarta comunidad con mayor superficie cultivada para vinificación (el 5,8%, del total) y la cuarta comunidad productora de vinos de calidad (9.25% del total) de España.
Los vinos de Castilla comparten la fortaleza de sus castillos, pues su gran producción tinta se caracteriza por su potencia, y expresividad de la tempranillo en su terruño, algo que les confiere una personalidad muy acusada, beneficiosa para el reconocimiento de marca entre los consumidores. Pero también tienen la fortaleza de una calidad comprobada y reconocida en el mundo entero, donde entre los vinos míticos hay varios tintos que se originan en esta región.
El rico potencial vitivinícola castellano, además de disfrutarse en boca, se sazona con una tradición rica y un amplio inventario de bienes histórico culturales, que enriquecen su disfrute, cuando su recorrido por el paladar se complementa con la profundización de las historias humanas y el valor del entorno que les da vida. Es así que el turismo vitivinícola se ha convertido en una de las actividades lúdicas que desea potenciar Castilla-León, aprovechando el crecimiento exponencial del mercado del vino y del interés por nuevas experiencias de viaje.
Por Castilla podría realizarse un interminable recorrido enológico y turístico a través de todas sus denominaciones, pero en la selección para éste por las vides, vinos, y castillos en Castilla, destacamos paradas en tres puntos neurálgicos del mapa vitivinícola de la comunidad: Ribera del Duero, Toro y Cigales, así como el descubrimiento de uno poco divulgado, Valtiendas.
La VCPRD Valtiendas:
los vinos de Segovia
La producción vitivinícola castellana gira alrededor de varias provinicias principales, entre las que se destacan Burgos, Zamora, Segovia, León, y Valladolid. La DO Rueda, por ejemplo, roza las provincias de Ávila, Segovia y Valladolid. Y en la provincia de Segovia hay puntos que la colocan participando en varias denominaciones colectivas, como Rueda o la Ribera del Duero. Pero los de Valtiendas son los vinos que Segovia guarda en exclusividad para sí, ya que no los comparte con otras provincias.
Valtiendas ubica en la parte más al norte de la provincia segoviana, en el eje Valladolid-Burgos-Segovia. Queda entre dos poblados emblemáticos de la Ribera del Duero, Peñafiel y Aranda, pero por pocos metros no alcanza a ser parte de esta denominación. Valtiendas es, en realidad, la frontera con la Ribera del Duero.
En realidad, los de Valtiendas debieron de haberse integrado a la Ribera del Duero, pero no sucedió por motivos politicos. Al no poder ser parte de la principal denominación castellano-leonesa, Valtiendas determinó fortalecer su propia identidad y crear un reconocimiento a sus caldos, como vinos de calidad con indicación geográfica.
Valtiendas tiene dos particularidades que la distinguen, una es su mayor altitud, unos 900 a 940 metros, lo que condiciona a rendimientos escasos, pero de gran calidad, y otra son sus suelos de cascajo, que hacen que el ciclo fenólico de la vid vaya unos 7 a 10 días más retrasado que el de los vecinos.
Con una larga y fecunda historia en la producción de uva de calidad, el valle donde descansa Valtiendas está prácticamente agujereado por bodegas excavadas en las laderas, que era el lugar donde antiguamente se elaboraba el vino que hoy se produce en modernas bodegas.
Los tintos expresan un perfil mejor ensamblado con la crianza, aunque el denominador común es que son potentes, con gran intensidad de color cereza, y no demasiado expresivos en nariz. Algunos vinos tienen una tanicidad que opaca un tanto la fruta. Entre los degustados: Tinto Redreja Joven 2006, Satyrus, Va Gal 2006 Cuvée Joana, Va Gal Pago Ardalejo Crianza 2003 y Finca Cárdaba 2004, monovarietales de tempranillo.
Bodegas en Castilla
Tres bodegas en Castilla que fue interesante recorrer fueron Legaris (Ribera del Duero), Valdelosfrailes (Cigales) y Liberalia (Toro).
Legaris, no lejos del Castillo de Peñafiel, fue diseñada con éste en mente como parte de su entorno y es una de las bodegas de construcción más moderna en Ribera del Duero. La bodega, parte del Grupo Codorníu, se estableció en 1998 y la primera cosecha comercializada fue la del 2003. En esta cita con la Ribera, Legaris se hallaba en las postrimerías de la vendimia 2007, con lo que en parte de las 54 hectáreas de viñedo que rodean la bodega se pudo disfrutar de la tempranillo en todo su esplendor. La bodega planta además Cabernet Sauvignon.
La bodega es de reciente construcción e inaugurada formalmente hace poco, aunque el viñedo, del que se surte un 80% de la uva que usa la bodega, precede a su construcción. Al igual que en el resto de las bodegas del grupo, utiliza fuentes alternas de energía, como la solar, la eólica o la biomasa. Valdelosfrailes renueva parcialmente su parque de barricas todos los años.
Su producción anual ronda las 350 mil botellas anuales, distribuidas en 50 mil de rosados, 100 mil de vinos jóvenes y 200 mil con crianza. La cosecha 2007 en Cigales fue complicada, aunque no tanto como en Ribera del Duero.
Su Valdelosfrailes Rosado 2006, un 95% tempranillo y 5% verdejo, con tonos rosados evocadores de la jalea de guayaba, es un caldo muy aromático a frutas rojas, tiene buena acidez y gran sedosidad en boca. Entre sus tintos con crianza ---Vendimia Seleccionada (12 meses barrica 70% roble francés y 30% americano), Prestigio (18 meses) y Pago de las Castañas (22 meses)---, vale mencionar el Vendimia Seleccionada, un 100% tempranillo de color rojo granate, con notas a incienso en nariz, y notas especiadas y minerales en boca.
Javier Valenzuela, Director de Comunicación del Grupo Matarromera, conduce una cata en Valdelosfrailes
Cónsona con la modernidad de su estructura física que contiene elementos de la filosofía Feng Shui y un diseño que permite al visitante recorrer todas las zonas y etapas de la vinificación y crianza sin alterar el ritmo de trabajo de la bodega, Legaris practica una viticultura de precisión que descansa más en el apoyo de la tecnología que en el intensivo de la mano de obra. Gracias a la tecnología se hace un seguimiento estrecho de la evolución climática, para minimizar los tratamientos que requiera la vid. Una de sus particularidades es su sistema antiheladas, que congela las gotas de agua, sin afectar la vid.
Legaris elabora 400 mil litros de Crianzas y Reservas, aunque tiene capacidad para una producción de un millón. Desde sus inicios, cuando se le asociaba con vinos poco representativos de la potencia de la Ribera del Duero, Legaris ha evolucionado de manera significativa, con vinos mucho más estructurados y de aromas más intensos. Parte de la personalidad de los vinos reside en la selección de barricas, que cada año varían sus programas toneleros para adaptar la crianza a la uva de cada vendimia.
Al norte de Valladolid, Cigales, tradicionalmente se ha asociado a la producción de vinos rosados, pero en los últimos años los elaboradores se han inclinado por la de tintos, con un fin de desarrollar una producción a caldos con una mayor fecha de caducidad, y que no requieran consumirse jóvenes. Es una zona de poco menos de 3 mil hectáreas donde predominan la tierra caliza y el canto rodado, lo que imparte toques minerales a sus vinos. Poco a poco comienza a atraer nuevas inversiones, entre las que se destaca la bodega Valdelosfrailes, del Grupo Matarromera, con varias bodegas distribuidas a través de Castilla, todas con un importante enfoque enoturístico.
Valdelosfrailes tiene un interesante programa de actividades complementarias, como los acuerdos que mantiene con colegios de la zona, para que niños en edad escolar puedan visitar viñedo y bodega en tiempo de vendimia, de modo que se familiaricen con un proceso de la vid a la botella, que es parte de la economía de la zona, pero también parte de su desarrollo cultural como individuos.
Los vinos de Valtiendas se comercializaban como Vinos de la Tierra de Castilla y León hasta que en 2007 se reconocieron como Vinos de Calidad Producidos en una Región Determinada (VCPRD), etapa en el ascenso al rango de Denominación de Origen (DO). Esto se espera acontezca de aquí a cuatro años, porque se requiere de un mínimo de cinco campañas como VCPRD antes de convertirse en DO.
En Valtiendas la variedad reina es la Tempranillo, aunque también están autorizadas la Syrah y la Cabernet Sauvignon. Se elaboran rosados y tintos, jóvenes y con envejecimiento. La Asociación de Vino de Calidad de Valtiendas tiene intención de establecer un viñedo experimental para estudiar el comportamiento de variedades blancas, como la Chardonnay. Ya la Albillo se utiliza en sus rosados.
Aunque hay algunas exportaciones, los vinos de Valtiendas se destinan mayormente al consumo nacional, por tratarse de una pequeña zona de tan sólo 100 hectáreas y un colectivo de apenas cinco bodegas. Uno de los objetivos de la Asociación es intentar que se le adhieran nuevas bodegas al quinteto ya afiliado. Un impacto favorable del reconocimiento de Valtiendas como VCPRD ha sido el interés generado por invertir en la zona, lo que ha llevado a empresarios a comprar terreno en Valtiendas. Éste ha sido el caso de algunos restauradores segovianos.
¿Cómo son los vinos de Valtiendas? Dos rosados de la cosecha 2006, Redreja y Viña Sancha, catados en la feria Iberwine en conjunto con Rubén Gil, Director Técnico de la Asociación, mostraron, el primero, un rosado potente de mucho cuerpo y tonalidades rosa intenso, tirando a tintas, producto del hecho ser un vino elaborado expresamente para estar en onda rosa, y no ser tan sólo una sobra de tinto. El segundo, un vino de tonos jalea de guayaba, menos glicérico y menos persistente en boca.
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n el corazón geográfico de España, se halla también el de un período histórico de resistencia y convivencia que sirvió de piedra angular a una nueva era en la península, la que se inauguró con uno de los más importantes acontecimientos de la historia: el Descubrimiento de América. Un encuentro de Viejo y Nuevo mundos, que propició un intercambio humano y cultural que cambió el devenir del planeta.
Este hito histórico se precedió de la propia unidad alcanzada en España luego de haber reconquistado parte importante de su territorio del dominio árabe. Parte del proceso vivido durante ese período de dominación y reconquista ---en que España no descartó nutrirse de una herencia de léxico, sazones, aromas, edificaciones, productos, un intercambio humano y un sinnúmero de otras vivencias---, se reprodujo en América con nuevos protagonistas durante la época de la colonización.
Castilla-León fue la frontera de la resistencia a la invasión musulmana que se esparció por el sur de la peninsula ibérica durante varios siglos, de ahí que lucha se vea reflejada en la multiplicidad de edificaciones defensivas que pueblan la vasta meseta castellana, la más alta llanura del mundo. Por ello allí abundan las fortalezas, que conjugaron su rol protector de anticipar amenazas militares con consideraciones estéticas, no en balde Castilla asocia su nombre a los castillos que la pueblan.
Pero además de castillos, en los campos de Castilla habitan también otros productos de la tierra, y una historia en que árabes, judíos y cristianos, además de resistir, supieron también convivir en armonía, dejando un importante legado histórico para el porvenir. Un legado que además de estructuras, tiene aromas y sabores y gente para condimentarlo.
De la desnudez de la árida y plana meseta castellana se erigen como corona, dos joyas: vides y castillos. Y entre estos últimos, uno de nuevo diseño, que vela por el paladar y desde el que se lanza una nueva conquista al mundo. Vino y yantar son la nueva fortaleza de Castilla, manifestada en bodegas, bares, restaurantes, que comparten con la historia castellana, sabores que ejemplifican los estilos que se recorren por sus ciudades, desde la austeridad románica, al clacisismo mozárabe, al refinamiento salmantino o la comida conventual y de vinculación religiosa. Hoy estos nuevos fortines se defienden solos, pero también, como antaño, se nutren de nuevas influencias, bien condimentadas en el guiso colectivo de la olla de placeres que fundió los ingredientes de Castilla-León.
Al igual que con los colonizadores llegaron fortificaciones que dejaron huella, como San Felipe del Morro o San Felipe de Barajas, llegan hoy a América y al resto del mundo unos nuevos castillos castellanos, los vinos, que también afincan raíces profundas, como las de la vid.
Así, del mismo modo que promueve sus castillos, hoy Castilla-León ha puesto sus ojos en vino y gastronomia como una nueva fortaleza que diversifica su oferta turística, y también como un lenguaje universal y vehículo de entendimiento y convivencia, que desde hace ya varios años Divinidades y Viajes & Vinos han sabido promover de manera pionera, anticipando, igual que antes se hacía desde los castillos, un nuevo espacio en el mercado de viajes, el del enoturismo, las rutas de vino.
Hoy invitamos a los lectores a acompañarnos en el minucioso recorrido turístico y enogastronómico que de Castilla-León hace Divinidades a través de esta edición muy especial, que ha sido posible gracias a una invitación de Turespaña y la Junta de Castilla-León, para convertir al lector en un nuevo soldado que se adiestra en las artes combativas del placer gastronómico, el de las vides, los vinos y los castillos en Castilla.
Vides y vinos
Mapa tomado de una publicación de la Junta de Castilla-León
La Calle Real enlaza a la Plaza del Azoguejo, o del Acueducto, con la Plaza Mayor segoviana, en lo alto de la ciudad. A través de esta ruta, en las fachadas de muchos edificios se destacan esgrafiados mudéjares, cónsono con la tradición árabe de decorar fachadas. La influencia árabe se deja sentir con relevancia en Segovia, pero también la sefardí, incluso con restaurantes que honran esa herencia culinaria.
Entre la Plaza Mayor y el Alcázar está también la Judería, barrio de estrechas calles, idóneo para recorrerse detenidamente a pie, así como Iglesias con reminiscencias del románico. La ciudad empedrada de Segovia es uno de los puntos de España donde los romanos dejaron mayor influencia, y especialmente en las calzadas y adoquines, entre los que se dejan estrechas ranuras para que corra el agua y no se estanque, y que es una herencia que los españoles trajeron a las ciudades del Caribe durante el período de la colonización.
Peñafiel
La villa castellana de Peñafiel es el centro de la comarca de la Ribera del Duero y adquirió importancia en la Edad Media por su estratégica posición en la línea del Duero. Su fundación en el siglo X se atribuye a Ruy Laínez, y en esa época el poblado recibía el nombre de penna fidele, o peña falcon. Tras un período en manos musulmanas, en el 1013 la reconquista el Conde de Castilla, Sancho Gracia, quien levanta un castillo y amuralla la villa.
Monumento destacado de la ciudad es su castillo, convertido en sede del Museo Provincial del Vino, y desde donde se divisa en todo esplendor la majestuosidad de la meseta, cubierta de viñas. Otras visitas interesantes en Peñafiel incluyen su Plaza del Coso y diversos conventos e iglesias.
Arte, saber y toros en Salamanca
Con sangre de toro, aceite, almagre y pimentón, se hacía una tinta que ha dejado huella por cientos de piedras en Salamanca y va sellando paradas del recorrido por esta ciudad patrimonio de la humanidad, donde desde hace siglos se funden la ardiente pasión taurina con la alcurnia de las letras y el saber.
El centro neurálgico de Salamanca es su Plaza Mayor, que comenzó a construirse en 1729, como una copia de la madrileña. Siendo la provincia más taurina de España, la Plaza Mayor se concibió como coso para espectáculos y corridas. Hoy es un punto de encuentro generacional, donde amigos y familias se dan cita para ver y dejarse ver, porque Salamanca es una ciudad viva, en la que residentes y visitantes no sólo admiran sus monumentos, sino que desarrollan en éstos muchas de sus actividades cotidianas.
La Plaza está construida con piedra procedente del poblado de Villamayor, que abunda en las estructuras salmantinas, confiriéndoles un color particular. Enmarcando sus soportales, imágenes de figuras relevantes en la historia de España, y sobre ellos, residencias particulares con balcones privados, que antaño y aún hoy, fueron cotizados símbolo de status.
Como otras ciudades de Castilla, Salamanca vivió a plenitud las luchas por el poder politico en Castilla, con bandos reales divididos sobre los derechos dinásticos de Isabel La Católica y Juana la Beltraneja. Al hacerse Isabel con el trono de Castilla, en retribución al apoyo recibido concedió muchos privilegios y concesiones a Salamanca, dotándola también de obras de construcción que tenían por fin la prosperidad de la ciudad y su nobleza, para continuar obteniendo su respaldo militar. Uno de los actos más simbólicos de esa dedicación fue el enviar a su propio hijo a estudiar a la universidad salmantina.
Y es que Universidad de Salamanca, la más antigua de las universidades hispanas y una de las más antiguas del mundo, es un centro por cuyos muros han transitado, como estudiantes o profesores, los grandes personajes de la literatura y filosofía española, como Fray Luis de León o Miguel de Unamuno, quien fue su rector desde el estreno del siglo XX al 1914, y luego del 30 al 36.
Alfonso IX la fundó en 1218, y las primera aulas se impartieron en la Catedral vieja de la ciudad. En el siglo XV, Isabel La Católica manda a construir un nuevo edificio central, una verdadera joya arquitectónica del plateresco con una fachada del siglo XVI casi de filigrana, con simbolismos sobre el bien y el mal, que da paso a un tesoro de conocimiento en diferentes áreas del saber. Su biblioteca es un impresionante recinto que posee muchos libros incunables.
El esplendor académico salmantino coincide con el siglo de oro español, en el XVI. En Salamanca convivían un ambiente sabio y culto, con otro pícaro, no en vano la ciudad es cuna de la picaresca. De hecho, en la ciudad se establece el primer prostíbulo oficial de la región, organizado por su propio Alcalde.
Pero a la universalidad de su conocimiento, se añade la universalidad de una celebración más festiva, la de los toros, cuyo espectáculo se dice tuvo su origen en las celebraciones de fin de curso de la Universidad de Salamanca, cuando individuos con funciones similares a las de un rejoneador escoltaban a los toros por las calles, mientras otros les iban espantando y despistando utilizando paños rojos.
De hecho, mucha de la terminología taurina procede o está vinculada con actos de la vida académica, como por ejemplo “salir por la puerta grande”, que define la manera como se trata a un torero que ha rematado con éxito una faena, y que proviene del hecho de que los estudiantes aprobados salían a hombros y vítores por la puerta principal de la Catedral.
Hoy día Salamanca tiene más de 120 hierros de ganaderías, siendo principalísima región en la cría de toros de lidia. Sus corridas ya no se hacen en la Plaza Mayor, sino en otra de posterior construcción en la carretera que une a Zamora con Valladolid.
Además de la Universidad pública, otra privada, la Pontificia, tuvo su origen en el Convento de Jesuitas que mira de frente a la Casa de las Conchas, hoy sede de la biblioteca pública y la oficina de turismo municipal, y que alberga una estructura de piedra, con notables influencias del múdejar, como su techo. La fachada de la casa tuvo originalmente 365 conchas, una por cada día del peregrino, y un homenaje al Camino de Santiago y a la esposa del propietario original.
Otras paradas obligadas en la ciudad son sus Catedrales, la vieja, de estilo románico, y la nueva, de inicios góticos, que se fue constuyendo cuando aún no se completaba la primera, por lo que ambas conviven armoniosamente. Iluminadas en la noche, ofrecen una hechizante imagen nocturna desde la otra vera del río Tormes, que circunda la ciudad.
Salamanca es una ciudad que invita a su recorrido pausado por la multitud de espacios de importancia cultural, artística e histórica que la pueblan, como la Casa Museo de Unamuno, su Museo Taurino, sus Iglesias, el Museo de la Fabrica de Harina, catedrales, conventos y palacios.
Como otras ciudades con importancia histórica, Salamanca ha prestado una gran atención a la protección y conservación de su patrimonio arquitectónico, con esfuerzos como zonas peatonales que han ayudado a evitar la contaminación, o reglamentos sobre la altura de las edificaciones, los materiales de construcción o la propia publicidad en el casco histórico, para conservar la uniformidad estructural. Salamanca tiene 165 mil habitantes censados, además de una población flotante de unos 60 mil, entre los que se hallan numerosos extranjeros que atraídos por la riqueza de la ciudad, la escogen para aprender español.
Arriba, Catedral de día, y abajo, una espléndida vista nocturna de la misma desde el Parador de Salamanca.