En Niepoort se saca partido de la riqueza de castas del Douro, aunque les gusta mucho trabajar con tinta amarela, una uva complicada y difícil de trabajar en el viñedo y en bodega, frutalmente poco expresiva y que se inicia con aromas muy vegetales que luego concluyen en una sensación de frescor. “Una prima donna, peor que la pinot noir”, describe Seabra.

Las malolácticas se hacen siempre en madera y durante la crianza del vino se trasiega unas tres veces. Aunque no hacen maceración en los blancos, para los tintos le gustan prolongadas, tanto como unos dos meses.   

Los Redoma proceden de viñas a mayor altitud, algunas hasta 800 metros, con un clima más fresco, maduración más tardía y un cóctel de parcelas diminutas y longevas, superando los 60 años, y en, algunos casos incluso un siglo. Los Redoma Reserva son vinos más salinos, más finos y minerales. Vinos que requieren de más afinamiento en botella, vinos que toman más tiempo en estar listos y cuesta más entender.

“Creo que cada vez más gente busca vinos “profundos”, expresivos de la región y su terroir” opina el enólogo, añadiendo que los Redoma proceden de suelos con pizarra en muchas capas, lo que confiere muchos matices minerales. Rabigato, codega, donzelinho, viosinho y arinto son las castas autóctonas que se funden en el ensamblaje.

En bodega, barricas rellenas con blancos de diferente procedencia, edad en viña, tipo de suelo y usos en barrica. Dominan los xistos y granitos. Los vinos fermentan y se crían en barrica, sin bâtonnage, por unos 8 a 9 meses, donde permanecen hasta embotellarse. Prevalecen sus notas minerales por sobre las frutales, aunque según cada barrica pueden aparecer otros matices, florales, herbáceos, yodados o metálicos, siempre en vinos largos y de sorprendente redondez. Seabra explica que antes de hacer los ensamblajes se realizan catas a ciegas, cuyos mejores vinos se separan para los Redoma Reserva. “Al final, casi todo coincide con tres viñedos”.

Además de éstos, el Tiara 2008, en botella, para disfrutar mientras cae la lluvia en las viñas que rodean la Quinta. Un vino que, como su nombre evoca, pretende ser una suerte de princesa de la casa. Pálido de color, es un vino atípico. Es floral, provocando inmediatamente la imagen de flores blancas en el campo, como margaritas surgiendo entre verde grama. Es mineral, grueso en textura, concentrado y con una inusual terminación en especias para un blanco. Bien lo había descrito el enólogo, un vino muy distinto, con una personalidad compleja que no procede de historias rocambolescas en madera (“un vino top no necesariamente equivale a un vino con mucha cosa”), sino de cepas viejas cuyo mosto se somete a una fermentación lentísima de cuatro meses en depósitos en acero inoxidable y una crianza de siete meses más en depósito con lías. 

Pero en la Quinta de Nápoles también se elaboran tintos, y en crianza varios de ellos, Vertente, Redoma Tinto, Charme, Batuta y una singularidad, Robustus. No todas las etiquetas se producen todos los años. Lo importante del conjunto es la habilidad del equipo de Niepoort para maniobrar a partir de un mosaico de cerca de 600 parcelas, el tipo de pizarra de sus suelos, la altitud, la variedad y la edad de sus cepas, características todas que regalan diferencias perceptibles en barrica, pero dos cualidad indiscutibles: mineralidad y frescor.

Estrenado en 1991, el Redoma Tinto fue el primer vino seco del Douro que elaboró Niepoort. Se basa en tinta amarela, tinta roriz y touriga franca que proceden de la propia Quinta de Nápoles, para brindar un vino que describen como extremo y de carácter riguroso. 40% de la crianza de su 2007 se realiza en toneles grandes de dos mil litros, que entregaron un vino redondo y muy logrado, donde se destacan la vainilla y las especias, y que es fino y de lenta y abundante lágrima. El que entienden mejor expresa el carácter del terroir del Douro.

Bastantes años más tarde nació el Batuta, un vino con uvas procedentes de viñas de más de 70 años de Quinta de Carril, adquirida por Niepoort en 1988 y adyacente a Quinta de Nápoles. El Batuta pretende ser potente, armonioso, elegante y con gran potencial de guarda. Un ensamblaje de tinta roriz, touriga nacional, touriga franca, tinta cão, tinta francisca y tinta amarela.

Batuta es uno de esos vinos cuya degustación no se puede acelerar. Como otros grandes vinos, obliga a sumergirse en el baúl de los recuerdos para hallar las sensaciones precisas que permitan identificar con nombre y apellido cada pieza de la caravana de memorias que van surgiendo a medida que florece en copa, reflejo de su complejidad organoléptica. Su añada 2007, de cristalino tono entre granate y rubí, amanece en nariz con una nota licorosa, evocadora de los vinos de Porto, que no es inusual hallar entre los tranquilos del Douro. Luego se escapan sensaciones a jalea de grosellas, cueros, y marcadas notas yodadas que hacen que casi pueda masticarse la sal en nariz.

Desde su estreno en la copa, la batuta va dirigiendo por un rumbo de finura, indiscutible frescura y equilibrio de sus componentes a pesar de su importante contenido alcohólico (14%). En ese recorrido van manifestándose evocaciones balsámicas y grasas, a resinas y eucalipto, terrosas a trufa negra, y otras de su crianza en madera, con sutiles tostados, cacao, coco, vainilla y maní, en un vino exento de astringencias y que concluye con la misma finura y potencia que prevalece a través de su recorrido.

Charme, como su nombre indica busca transmitir un encanto especial, de ahí que se elabore en lagares tradicionales con uvas sin despalillar. Conjuga elegancia y equilibrio, fundamentándose en uvas de viñas muy viejas. Su añada 2008, muy fresca en el Douro, descansando en depósito, tiene una estructura más ligera de la que habitualmente se asocia con la región. A la vista es fino, casi transparente, con un color jarabe, aromas a café y un fin especiado y persistente.

El Vertente tinto es, por el contrario, un vino para disfrutar en su juventud, con un enfoque fresco, expresivo y mineral. Su 2009, en crianza en madera, procede de suelos de pizarra amarilla, viñas más jóvenes y otras más viejas a orillas opuestas del río. Aún acabando de trasegarse, la muestra de barrica no niega su mineralidad ni su crianza.

Un tinto en crianza especial es el Robustus, ensamblaje de touriga franca y tinta roriz que nunca se ha comercializado. Éste fue el primer vino seco que Dirk Niepoort concibió hacer en 1990. De producción muy limitada, su cosecha 2007 es como bien describe el nombre, robusta, muy extraída y tánica. La del 2004 será la primera en salir al mercado.