A dos tiempos se probaron dos añadas del Marqués de Borba Reserva, una eitqueta que comenzó a elaborarse en 1997 y que no se hace todos los años. Dos botellas mágnum enfrentaron sus añadas 2002 y 2012, protagonizadas por Aragonêz, Trincadeira y Alfrocheiro. El Marqués de Borba Reserva 2012 destacó por su abundante fruta, equilibrio y sedosidad. Aromas balsámicos, chocolatosos y con mucha vainilla antecedieron en el paladar un vino con buen volumen, taninos pulidos y un pase aterciopelado. Su añada 2002 sorprendió por su entereza al mostrar una evolución muy lenta en comparación con el lapso de tiempo transcurrido entre el suyo y el vino anterior. La fruta oscura, los tonos balsámicos a enebro y los matices florales perfilaron a este vino que se reveló más mineral y también super fresco y fino en boca, donde persistió la fruta y un pase sedoso y con taninos pulidos. Un ejemplo de su óptimo potencial de evolución y de su recomendación de compra como vino de guarda.

Quinta do Foz de Arouce antecedió a estos tintos en el encuentro. Un blanco de Beira Atlántico, su añada 2016 fue un óptimo complemento a una receta de vieira y calabaza con azafrán, por su perfil mineral y muy seco, tanto, que casi recordó las manzanillas del Marco de Jerez. Este blanco tiene por cimiento la variedad Cerceal, uva rara, sofisticada y aromática, con presencia en varias zonas portuguesas.