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Cultura del vino para quienes no quieren vivirlo "light"

Las precisiones de Luis Alegre

Desde el mirador del encumbrado y centenario pueblo de Laguardia se divisa en lo más bajo una forma circular que se erige como moderno castillo riojano que construye vinos con la alegre precisión de fundir la uva, el suelo y la mano del hombre.

 

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Contrario a lo que hacen muchos que trabajan de meseros para ganar un dinero complementario durante sus estudios universitarios, Alex Simó prefirió irse a trabajar a una tonelería para ayudar a sufragarse sus estudios de enología. Desde entonces, este ingeniero agronómo convertido en hacedor de vinos ha vendido más de dos millones de barricas y ha procurado también convertirse en un verdadero artista del roble.

 

Así, este riojano aprendió a sumar con precisión uva, suelo, elaboración y madera para crear la perfecta simbiosis de los vinos de Luis Alegre, convirtiéndose en uno de los más completos hacedores del vino español y uno de los muy pocos elaboradores que tienen conocimientos de la viña, la bodega y, de forma exhaustiva, también de la madera.

 

Luis Alegre se llamaba el fundador de la bodega cuyo promontorio circular se divisa en las faldas de la histórica ciudad de Laguardia, en la Rioja Alavesa. La bodega se fundó en 1968 en el mismo lugar donde antes estaba la casa familiar en cuyos bajos habían comenzado a elaborar vino. En 1999 buscaron a Simó para que aportara su conocimiento sobre alfarería de barricas a la dirección de la bodega, que aquel joven tonelero terminaría comprando con otros socios. Inició así un nuevo rumbo en el que, además de profesionalizar diferentes áreas, se tornó vanguardista en dos aspectos fundamentales para la elaboración del vino: la selección de uva en mesa y el tratamiento de la madera.

Maderas y terroir

 

El gran reto del vino es, en opinión de Simó, el trabajo serio con la madera. El roble aporta taninos que prolongan la vida del vino y favorece la entrada de oxígeno entre duelas, consiguiendo reacciones químicas que modifican la estabilidad y el perfil organoléptico del vino, añadiendo también compuestos y aumentando la complejidad de los vinos.

 

Simó es un verdadero alquimista de este material, gracias a su experiencia laborando ocho años en Radoux-Victoria, uno de los grupos toneleros más importantes de Europa, a la que prosiguió la fundación de la Tonelería Quercus, en España. Esto le ha permitido desarrollar un tratamiento pionero para la selección de la madera que él mismo denomina “crianza de precisión”. Esta filosofía supone un control riguroso del proceso de creación de las barricas y de las condiciones físicas y químicas que deben de cumplir, comenzando con la selección del bosque de la procedencia de su madera, velándose su evolución a través de la definición del tiempo de su secado, identificando el momento óptimo para transformarla en barrica. Tras ello se determinan los parámetros de tiempo y temperatura en la fase de su tostado, diferentes para cada uno de los vinos de la bodega. De esta forma se van armonizando maderas con vinos, adaptando las primeras a los segundos, en lugar de a la inversa, de forma tal que el roble se maneje siempre con respeto a la fruta y a las cualidades del terruño donde nace la uva. De este modo, la bodega equipara en la balanza dos crianzas: la del vino en barrica y la de las barricas para el vino.

En su afán de acortar la distancia entre el origen de la madera y su procesado, Luis Alegre y Simó trabajan siempre con tonelerías propietarias de los aserraderos donde se procesan los troncos de roble que compran, precisamente por la facilidad que tienen de acceder a los bosques donde éstos se cortan. Esto garantiza la total trazabilidad de las barricas y de todos los elementos y procesos que permiten registrar e identificar un producto desde su origen hasta su fin: (1) el bosque, donde se adquiere el tronco en pie o “haute futaie”; (2) el aserradero, donde las duelas brutas se transforman en tablones que luego se dejan reposar a la intemperie para completar el secado que las afinará; y luego (3) la tonelería.

 

Así, en la crianza de precisión se elige un bosque de dónde extraer la madera, se selecciona la madera con un grano determinado en el mismo aserradero, se controlan exhaustivamente los procesos de secado y afinado buscando una madera más fina, y se tuestan las barricas jugando con tiempo y temperatura, dependiendo del vino que se depositará en ellas. Simó escoge personalmente las maderas, visitando bosques franceses.

Pero además de la precisión en el manejo de la madera, en Bodegas Luis Alegre hay también precisión en el manejo del terroir, y uno de los desarrollos más importantes de la bodega en los últimos años ha sido el surgimiento de vinos de parcela, centrando la filosofía de elaboración entre éstos y la crianza de precisión. Así, hoy los estandartes de la bodega son cinco etiquetas de tres pequeñas fincas: La Reñana, Laminoria y Portiles.

La base de las viñas de Luis Alegre son sus cepas de tempranillo muy viejas, que constituyen casi la integridad de su producción. Complementan a éstas en los tintos un poco de maturana tinta, garnacha, mazuelo y graciano.

 

Junto con la vocación tinta, la bodega ya lleva tiempo trabajando con blancos con aporte de madera, apostando por ensalzar la tradicional variedad viura a través del juego de parcela y madera, en lugar de inclinarse por incorporar las nuevas variedades blancas admitidas por el CRDOCa Rioja en un afán por también potenciar la dimensión blanca de los vinos ofertados por esta denominación. “Si tenemos variedades viejas como malvasía o viura, ¿por qué apostar por blancas recién plantadas”, cuestionó el elaborador.

 

Precisamente la viura es la uva estrella del Finca La Reñana Blanco 2016, un vino procedente de un viñedo con cepas de 85 años. Además de las cepas viejas, con escasos rendimientos de uva, lo importante del vino es el tipo de suelo del viñedo, calizas de las zonas altas de Laguardia, lo que, además, contribuye a una maduración más lenta y pausada. Este perfil calcáreo le confiere mayor sensación de mineralidad al vino, elegancia y alto potencial de guarda. Y esa sutileza en el manejo de la madera es justo lo que persigue la nueva estirpe de blancos riojanos, que se expande cada vez más.

“Entre los verdejos de Rueda y los chardonnay de Borgoña siempre hay que apostar por las variedades riojanas”, aclara Simó. El Finca La Reñana de una cosecha atrás, la de 2015, lo atestigua. Mantiene esas notas anisadas y a almendra fina, y mostró buena evolución. Más maduras, no obstante, fueron las notas de un blanco criado en roble de la cosecha 2011, por el que aparecieron notas más melosas y dulces en nariz, con una boca seca y con buena acidez.

 

Los tres blancos fueron parte de la colección parcelaria que Bodegas Luis Alegre presentó en un yantar íntimo en Numa Pompilio, uno de los restaurantes de moda de Madrid que, con su cocina italiana sencilla y bien puesta, evidencia que los de Rioja y los de la bodega son vinos que van bien con muchas cocinas del mundo. Luis Alegre siempre ha tenido una gran vocación gastronómica, no en balde incluso llevó por el mundo hace casi una década un Aula de Cocina para explotar la aptitud de los vinos como acompañantes de creaciones culinarias de alto nivel. De entonces al presente se ha ido dando esa evolución de la bodega, que, de formatos más clásicos de Rioja, ha ido apostando por una línea más específica de viña.

 

Pero es realmente en los tintos donde la bodega explaya su arte con un perfil que conjuga lo mejor del saber ancestral riojano y lo más moderno en elaboración, fusionando sedosidad en boca y extracción frutal sin sobre extracción.

La gama tinta va de lo más joven a los grandes vinos de guarda. Simó se siente especialmente orgulloso de su Luis Alegre Desbastado 2017, su primer vino de maceración carbónica y una fantástica expresión de lo que puede lograrse con este método de elaboración cuando se hace con calidad. Es un vino elaborado con uvas de viñas de más de 60 años cuyos racimos se encuban enteros para lograr la maceración y luego se prensan para obtener, a la usanza de un destilado, el corazón del mosto del vino que se fermentará a temperatura controlada por pocos días y luego reposará unas semanas hasta estabilizarse y colocarse en barricas francesas por apenas un día. Un contacto efímero tras el cual se desbasta y embotella. Desbastar es ejecutar la minima filtración posible y de ese proceso tomó el nombre ese muy cuidado vino de estreno, de tono violáceo, muy pulido y sedoso, con abundante tutti frutti típico de los maceración carbónica de calidad, además de anisados y ausencia de notas vegetales. Un vino explosivo que logra trasladar a la pureza del mosto, ensamblando 95% tempranillo y 5% viura, que apenas produjeron tres mil botellas.

La etiqueta de Finca La Reñana Selección Especial tinto evoca una gota de sangre derramada debido a un asesinato que una vez hubo en la finca.

La Reñana se pinta con blanco y tinto porque de allí sale también el Selección Especial. El tinto ensambla 95% tempranillo y una restante combinación de garnacha y mazuelo que envejecen 16 meses en barricas francesas con un toque americano, que aporta estructura y complejidad aromática. “Es interesante incorporar algo de roble americano a los grandes vinos tintos. Donde no va el americano es en los blancos”, puntualizó Simó. Su cosecha 2014 fue de intensa cereza con tonos rubí y en nariz reveló mucha fruta, grosella con tonos a nuez y café espresso, recuerdos aceitunados y a flores azules. Su boca, fina y de estructura media, con evocaciones salinas y un final especiado y fino.

 

De otra finca, como su nombre indica, es el Parcela No. 5, que nace en Finca Laminoria, ubicada junto a una laguna salina, con un suelo y microclima que producen uvas con gran personalidad. “Es la expresión de un tempranillo en un suelo salino a 150 kilómetros del mar”, anotó el bodeguero. El viñedo, pequeño y con suelo arcilloso-calcáreo, se plantó con tempranillo en 1946 y hoy es parte de una zona ecológica protegida. Esto hace que se trabaje con un máximo respeto por el medio ambiente. Su concepción nace tres años antes en el bosque D’Arney, en los Vosgos franceses, cuando empiezan a delinearse las barricas donde hará maloláctica y luego crianza tras su fermentación en acero inoxidable. Un período de casi tres años en barrica y botella tras la recolección de las uvas.

Su cosecha 2014 tuvo un pequeño condimento de maturana tinta y su nariz fue muy compleja debido a la selección de uvas y maderas. Tostados, toffees, abundantes especiados a canela, hojarasca, recuerdos chocolatosos y una sensación arcillo terrosa que aproxima a la tierra abren el vino que en boca es denso, con excelente acidez, potente y con taninos finos y bien integrados que le hacen armónico y persistente, creciéndose en copa.

Portiles es la tercera de las fincas, y es en ella que nace Pontac, el gran vino de guarda de la bodega. Se trata de un viñedo plantado en 1920 en un suelo calizo con influencia férrica, poco habitual en la zona. Esto aporta color, estructura y profundidad al vino, que se fermenta en tinos pequeños y luego permanece 21 meses en barrica de precisión antes de embotellar. Su añada 2013 destaca por su lágrima lentísima, gran frescura y salinidad. Sus matices muy afrutados revelaron mayor madurez envuelta con aromas a nueces y café, que anteceden una boca muy pulida y carnosa, en un vino musculoso, elegante y con gran potencial de añejamiento. 95% tempranillo y 5% graciano, que en cosechas posteriores tuvieron algún toque de roble americano.

 

El nombre Pontac honra a Arnaud de Pontac, experto viticultor y propietario del Château Haut-Brion, un adelantado a su tiempo que en el siglo XVII preconizó técnicas que siguen utilizándose en la actualidad como el uso de barricas nuevas o los sistemas de poda orientados al bajo rendimiento del viñedo. Tradicionalmente el vino se almacenaba en barricas usadas ya que su papel era de meros contenedores. Pontac fue pionero en comprobar los beneficios que las barricas nuevas proporcionaban: dotaban al vino de complejidad aromática y favorecían su capacidad de envejecimiento. También promovió los vinos de corte moderno, con mucha estructura, elevada intensidad colorante y criados en barricas nuevas. Fue igualmente un visionario en marketing ya que todo lo hizo con la intención de justificar sus precios elevados y posicionarse delante de sus principales competidores, Château Margaux y Château Lafite.

Ese potencial se revela también en otro vino de la casa, el Luis Alegre Selección Especial de 2005, espléndido y complejo con sus notas maduras, algún tufo de reducción, tostados, alquitrán, café espresso, incluso puntos cítricos en un vino con abundante fruta y buen frescor.

 

Basado en estos perfiles, Bodegas Luis Alegre contempla dividir en dos su producción: los vinos de siempre, y los vinos de finca, que pasarán a designarse Viñedos Pontac.

 

Bodegas Luis Alegre abre los brazos a las posibilidades de dos líneas principales de trabajo y clasificación en la DOCa Rioja: la del viñedo, que en 2017 introdujo la categoría de Viñedos Singulares, y los de la estancia en madera y sus categorías de envejecimiento. No obstante, y a pesar de poner el foco en la madera, Alex Simó piensa que las contraetiquetas Gran Reserva van rumbo a la extinción en la DOCa Rioja. “Si Rioja y España quieren avanzar, desaparecerán”.

 

¿Y qué de la posible escisión de Rioja Alavesa, donde ubica la bodega, de la DOCa Rioja para crear una nueva denominación de origen?

 

“La Rioja a muerte. Soy la cuarta generación de mi familia en apostar por Rioja. La Baja, la Alta y la Alavesa, todas somos Rioja”, sentenció el elaborador que también piensa edificar para Luis Alegre una tonelería propia.

 

 

 

10 de abril de 2018. Todos los derechos reservados ©

 

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Rosa Maria Gonzalez Lamas. Fotos: Viajes & Vinos y Bodegas Luis Alegre (C)