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Taboadella: la nueva vieja joya del Dão

 

Texto: Rosa Maria Gonzalez Lamas. Foto: Viajes & Vinos y Taboadella (C)

Para llegar a Satão se hace un recorrido por lo plano y por lo verde, atravesando a trozos bosques de pino y eucalipto donde los altos árboles sirven casi de sombrilla y sobre un papel de granito se escribe de forma inquebrantable la historia de los vinos de la región.

Imposible dislocar de la memoria el retrato de las Rías Baixas menos costeras mientras se transita por aquel territorio, eslabonado con ellas por el granito macizo que demarca un paisaje que hechiza y encadena al viajero al Dão como si se tratara de un flechazo, un amor a primera vista, una inexplicable cuestión de piel.

Como en muchas de las grandes regiones vitivinícolas del mundo, a la del Dão la bautiza el río que la baña y atraviesa y en el que desemboca otro río, el Satão, que también designa a una pequeña villa portuguesa homónima, circunvalada por él y por una larguísima historia que legó un patrimonio edificado en que destacan un castillo medieval, el Castelo de Ferreira de Aves, y un nuevo castillo de vinos que, aunque con historia milenaria, ahora se construye con visión de futuro en la Taboadella.

El ósculo del atardecer ilumina tenue este amplio espacio de viña con granito por todas partes. En su centro, dos gigantescos peñones y, en el horizonte, una montaña sólida que se divisa en el entorno. No cabe duda de qué está hecho el Dão, donde hasta los colores se confabulan para sugerir reflejos de color granito por doquier: los tonos cenizos que adquiere parte del suelo de la viña, el color ceniciento que pinta los sarmientos por podar de las cepas, y hasta el gris piedra de una antiquísima casa a un costado de la viña.

Por eso, no es de extrañar que cuando los Amorim visitaran la Quinta quedaran prendados de ella aunque los vinos que entonces allí se hacían fueran de bag-in-box. Y una vez más, el instinto que ya les llevara a adquirir otras bodegas portuguesas les convenció que la Quinta da Taboadela, entonces con una « l » era el proyecto correcto para expandir su portafolio de vinos, y el Dão, la próxima denominación de origen portuguesa en abrazar. Así, pusieron un pie en esta histórica región con la compra de Taboadela en 2018 y el objetivo crear un gran proyecto de vinos en esta región, con tanto pasado como porvenir.

Rodeado por montañas, entre ellas las Serras da Estrela, do Buçaco y la do Caramulo, el Dão se sitúa en la mitad norte de Portugal y goza también de una confluencia de ríos y un carrusel de altitudes que fluctúan entre los 200 y mil metros que le crean un microclima especial, único en el mundo. Las montañas le protegen tanto de la influencia directa del clima continental como de los vientos y frío del océano. La altitud ayuda a la maduración ponderada de las uvas, lo que contribuye a su equilibrio, buena acidez, cualidades organolépticas, frescura, elegancia y potencial de guarda de los vinos que se elaboran en la región, cuyas condiciones geológicas, topográficas y climáticas forjan numerosos micro-terroirs que contribuyen a la enorme diversidad de estilos de vino que pueden producirse en el Dão.

Delimitada como región de vinos en 1908, el Dão pronto se convertiría en la región de referencia en Portugal para la producción de vinos de mesa. En 1912 se designó « Región Vinícola de la Beira Alta » y posteriormente reorganizó sus regiones, en las que hoy se elaboran vinos amparados tanto en la IGP Vinho Regional Terras do Dão y la DOC Dão, que hoy vive un espectacular renacer.

De Taboadela a Taboadella

Cuarenta hectáreas de viñedo se esparcen por esta quinta del Dão donde ya hubo un asentamiento romano en el siglo I. Desde entonces la viña y el vino han sido un hilo conductor de la propiedad, que fue un señorío rural con una casa, bodega, un silo y otras pequeñas edificaciones. Nuevos registros históricos aparecieron en 1255, dando fe de que allí ya se hacía vino en el Medioevo y había además casas en medio del monte, con árboles y un gran jardín, que no dista mucho del paisaje que tiene hoy.

Taboadela, con una «l» era como se llamó la quinta, erigida al más puro estilo “château” o “estate wine”, donde la protagonista original, además de la viña, era una casa de piedra que es casi una réplica de los pazos gallegos. Porque en contraste con esta casa, la estrella actual del recinto es, además de la viña con espalderas y cepas viejas, la nueva « casa » de vino, Taboadella, con dos « l », un nombre que Amorim halló en algunos registros y determinó dejar como nombre de su nuevo proyecto en el Dão portugués.

El sol de tarde menguaba mientras se intensificaba el reflejo del corcho que protagoniza la estética de la bodega. Nada de extrañar, pues siendo Amorim el templo corchero del mundo, quiso poner un toque de estilismo particular a la nueva Taboadella, con paredes recubiertas con escamas de corcho como elemento decorativo que adorna una estructura puntera en la que lo más antiguo convive con lo ultra moderno en un contraste  ---como el del duro granito y el corcho liviano--- perfectamente sincronizado y pintado, además de con tonos blancos, con la pureza de la sostenibilidad.

En construcción
En construcción

La bodega, de nueva construcción y un techo a dos aguas fue diseñada por el arquitecto Carlos Castinheira y destaca por su luminosidad, no excesiva, sino equilibrada, para sacar partido de la luz natural sin que dañen los elementos de elaboración.

Porque si la estética arquitectónica es impecable, también es consumada la parte de elaboración, pensada para operar por gravedad y con enormes depósitos de hormigón de dos toneladas cada uno, hechos expresamente en Italia para Taboadella. También hay una amplia sala de barricas que se sitúa en los bajos de una pasarela de madera.

En construcción
En construcción

Nada de esto sería posible sin la viña, que ocupa unas 40 hectáreas, lo que convierte a Taboadella en una de las más grandes quintas del Dão. A través de ellas hay unos siete tipos distintos de terroirs, delineados por la ubicación del proyecto, entre ríos y entre montañas, un entorno de bosque, un suelo de granito y una altitud de entre 400 y 530 metros.

Lo viejo y lo nuevo conviven de manera armoniosa también en la viña, donde hay cepas centenarias de excepción, aunque el promedio ronda los 30 años de edad. En la década del 1980 a la viña se introdujeron algunas variedades como la Tinta Roriz, la Bical o la Encruzado, una etapa vitícola anterior que también dejó rastros de Syrah, Cabernet Sauvignon y algunas otras variedades que mostraban maduraciones irregulares y que se han removido para reforzar la apuesta por variedades autóctonas portuguesas, como la blanca Encruzado, una variedad casi exclusiva del Dão y su emblema blanco, que resultó de un cruce hecho en laboratorio la segunda mitad del siglo XX y tiene cuerpo medio, gran frescura, elegancia, buen potencial de guarda y una gran vocación de crecimiento en botella.

No es la única blanca en Taboadella, donde también hay plantadas Malvasía Fina, Bical y Cerceal (que así se llama en el Dão a la Sercial), pero, sobre todo tintas, destacando la Tinta Roriz (tempranillo), la Jaén (mencía), la Tinta Pinheira (rufete) y, curiosamente en menor medida, la Touriga Nacional, que alcanza en el Dão su máxima expresión. Oriunda precisamente del Dão, y más concretamente del pueblo de Tourigo, la Touriga Nacional rinde vinos de intenso color, ricos en taninos y aromas florales y a frutas azules.

La viña de Taboadella no se irriga y en ella tampoco se emplean herbicidas, ya que el objetivo de sus cuidadores es poder manejarla con criterios de agricultura biológica y biodinámica.

Taboadella en copa

 

Taboadella comparte con la Quinta Nova da Nossa Senhora do Carmo, la bodega hermana de Amorim Family Estates en el Douro, el tándem enológico conformado por Jorge Alves y Ana Mota, que busca embotellar un concepto que refleje la historia del enclave y la esencia del paisaje, reteniendo el carácter ancestral de los vinos del Dão aunado a una vocación de contemporaneidad.

En ausencia de la estructura formal de bodega que recién se ha estrenado, dedicación y pasión llevaron a elaborar las primeras añadas de los vinos en una carpa adyacente, una bodega efímera con depósitos, barricas y todo lo que fuera menester para crear la colección que se ha presentado formalmente en sociedad y que Viajes & Vinos tuvo la oportunidad de probar en primicia hace algunos meses, cuando la nueva bodega aún estaba en construcción.

La colección final tiene ocho referencias, cuatro de ellas monovarietales, los Taboadella Reserva : un blanco de Encruzado y tres tintos de Jaén, Touriga Nacional y Alfrocheiro, otra variedad post-filoxérica vinculada al Dão. Son vinos procedentes de distintas parcelas con cualidades singulares a cada una, y que se someten a un envejecimiento a medias entre acero inoxidable y roble francés.

Además de este cuarteto, dos otras referencias, Taboadella Villae, elaborados íntegramente en acero inoxidable y sin crianza en madera también para destacar los perfiles varietales, y otras dos, los Taboadella Grande Villae, que persiguen replicar el carácter ancestral de Taboadella y envejecen exclusivamente en roble francés. Todos en versión tinta y versión blanca, con vocación de perdurar y todos (a excepción del blanco Villae 2019) de la añada 2018, una que tuvo un invierno seco y una primavera e inicio del verano lluviosos que retrasaron un poco la maduración y obligó a prestar más atención a lo largo del ciclo para garantizar la sanidad de las uvas, que al final se cosecharon con buena calidad, regalando vinos con muchos aromas a fruta y gran complejidad.

El Taboadella Villae Blanco ensambló Encruzado, Bical y Cerceal, y el Taboadella Villae Tinto Tinta Roriz, Alfrocheiro, Jaén y Tinta Pinheira. Los Taboadella Grande Villae también tienen versiones en tinto y blanco, ambos con envejecimiento de 12 meses en barricas de 500 litros de roble francés nuevo. El primero, ensamblaje de Alfrocheiro, Touriga Nacional y Tinta Roriz, y el blanco, suma de Encruzado, Bical y uvas de viñas viejas.

Entre medio de estos dos extremos, los Taboadella Reserva, monovarietales que se someten a un envejecimiento de entre siete y ocho meses en que los vinos conjugan una crianza en madera de roble francés nuevo y acero inoxidable, al 50/50, variando apenas en el tamaño del envase de madera en las distintas etiquetas.

El Taboadella Blanco Reserva Encruzado 2018 tuvo por objetivo hacer un vino al estilo francés pero con una variedad del Dão, de ahí que se escogiera la Encruzado, que se considera un filtro del terroir, en este caso, con suelo granítico. El vino se reveló, en efecto, como un blanco expresivo de su suelo en que los matices aromáticos trascendieron delicados ahumados de suelo y madera, algún suave tono de melosidad, y una abundancia de aromas a mimosa y flores flancas, con tonos a vainilla y algo de cera. En boca fue untoso y tuvo buena acidez, culminando con una pizca especiada al final, que llenó el paladar pero se manifestó fina, ultra persistente y con profundo retrogusto.

Los tintos Taboadella Reserva recién salidos al mercado varían un poco de los probados como « Estudos », que no constituían el vino terminado, sino apenas parte de su ensamblaje, la envejecida en acero inoxidable, pero, no obstante, ayudaron a plantear la línea de trabajo de Taboadella.

De este trío la muestra del Taboadella Jaén 2018 resaltaba las notas florales y a frutas rojas, destacando el frescor de los jóvenes de esta variedad, con la que en Taboadella se persigue crear un Jaén moderno, gracias al hecho de que la variedad en Dão madura pronto y se puede recoger antes.

Un segundo tinto fue un monovarietal Tinta Roriz, con una gran prevalencia frutal, y un tercero una etiqueta que ensamblaba Tinta Roriz y Touriga Nacional, con aromas más florales, cítricos, a frutos azules y a violeta, en un vino jugoso desde la nariz. Un vino con taninos presentes, aunque sin ser demasiado astringente para dejar traslucir mejor el carácter varietal.

Aunque la producción de Taboadella se sitúa ahora en unas 100 mil botellas a través de sus ocho referencias, el objetivo de la bodega es llegar a las 400 mil. Entre granito, corcho, madera, historia, viñas con garbo y talento enológico, las hadas del vino hechizan con un nuevo amanecer para esta Quinta del Dão.

 

5 de julio de 2020. Todos los derechos reservados ©

 

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